jueves, 24 de abril de 2014

LA BALSA DE LA ILUSTRACIÓN

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“Un modo muy antiguo de meditarse en lo que uno hace”
H. Michaux.

¿qué nos sostiene haciendo ilustración?
La verdad es que son muchas la ideas. Todas válidas por supuesto. Expongo una.

En el año de 1816, una embarcación llamada  “Medusa” arroja a un grupo de personas al naufragio. Construyen una balsa con los restos que disponen y emprenden el viaje sin idea alguna de qué sucederá. Desean tierra firme. Son personas que navegan sobre un oscuro e incierto mar. Algunos se perderán y otros llegarán. Aquellos que arribaron, tenían otra balsa que los sostenía: el espíritu

De inicio empezamos siempre así, abandonados y con solo deseos. Sin saber hacia dónde ir o qué hacer de nuestro trabajo. Ilustradores al completo garete.
¿viviré de esto?, ¿cómo hacer para no perderme?, ¿cómo seguir?, ¿vendrá la inspiración? Siempre empujados, cuestionados de todo, orillados, con poca paga, angustiados, estresados, avasallados. Un ilustrador siempre se forma con la frustración y con lo que no es. Sin embargo quedan las preguntas más complejas por responder: ¿qué hago haciendo ilustración?, ¿Por qué ilustro?, ¿Para qué?
Cómo afrontar estos asuntos teniendo en frente cuestiones elementales que resolver como la subsistencia. Yo propongo recuperar el espíritu y reflexionar sobre él, ya que de alguna manera, con o sin la ilustración hemos sabido resolver las más inmediatas . Construirse una almadía y tirarse al mar. También confiar, confiar ciegamente.

La importancia de asumir nuestra labor de otro modo, para sujetarnos de ello y no depender solamente de las pagas que siempre serán insuficientes. Percatarnos que “construir ilustraciones” tiene un valor por sí mismo y no solo es un medio para ganarnos la vida. Es posibilitarnos desde lo humano y sostenernos frente a tanta estrechez. Es intentar ser uno con lo que hace. Metafísica de la ilustración.

John Berger plantea al dibujo como acto de reconstitución. Aquello que es observado para dibujarlo, se fragmenta con la mirada, solo para volverse a reconstituir en la hoja en blanco. Más allá del dibujo que surja, queda en nosotros (debe quedarse) la revelación del suceso que nos muestra algo que desconocíamos: ese conocimiento que proviene del desconocimiento del que hablaba Chillida. Un valor metafísico. Así la ilustración dejará mundos para ver, para andar, pero en nosotros quedará la otra impronta invisible que es la reflexión, el pensamiento y lo que nos hizo ver esa revelación. Una retribución metafísica para comprendernos en cada ilustración.

Trabajando ya algunos años con esta idea, he encontrado que erigir desde la mirada y la postura, posibilita esta experiencia. Si no existe el mundo y todo es como lo percibimos, el espacio de creación y goce es tan voluptuoso y suficiente que nos permite contrapesar cualquier pobreza.

Así, a través de nuestra mirada, en el ejercicio de ilustrar, el trazo reedificar el mundo: no habiendo ni existiendo nada, todo debe ser inventado. Aquí empieza nuestro dominio.

Sin embargo la pregunta es ¿con qué peso inventamos todo?. Más preguntas nos embisten: ¿qué es esta forma?, ¿qué es una escalera?, ¿qué es este color?, ¿y esta materia?, ¿ahora densa y ahora transparente?, ¿qué es un lobo?, ?¿Qué es un niño de madera con nariz enorme?, ¿qué es la fantasía?, ¿qué es un abismo?, ¿quién carajo soy yo?

claro!, uno a este momento podría preguntarse: ¿Acaso todo esto es un discurso innecesariamente metafísico, para consolarnos? Yo digo no, innecesario no, todo lo contrario: imprescindiblemente metafísico. Porque el desamparo es real y la primera idea de la creación es aliviarnos un poco. Decía Debussy, el arte es una de las más bellas mentiras.

Pienso y propongo entonces armar una balsa, hacer que la ilustración se erija desde otros lugares, además de los de siempre y necesarios usos, que tenga otros soportes humanos para nuestro alivio. Encontrar en nuestro trabajo una “conversación personal”  y que sea esto la restitución. Propongo que borremos esa línea entre trabajo y obra personal, propongo que no exista diferencia, que todo provenga de los lugares íntimos que somos. Que en vez de someterse en exclusiva a la estética, recurramos también a la memoria vivencial, a nuestro recuerdos, a nuestros sueños, nuestras intimidades, nuestros días, a lo que nuestra labor significa, para que el ejercicio de la ilustración sea significativo.  El lector lo agradecerá, estoy seguro. Habrá que inundarlo todo. Nuestro espíritu y nuestra ética es un valor en sí mismo que no hay que olvidar. Claro, nos faltan editores, pero también falta que nosotros los provoquemos.  Sin embargo ya hay gente que lo hace.
Así, Ilustrar será un momento de vida, lento, rumioso, bálsamo, momentos que nos pertenecerán y que nos resarcirán espiritualmente: esa es la balsa de la ilustración.

Ahora bien, no quiero decir que una metafísica de la ilustración sea la claridad rotunda y una solución para vivir, de hecho en repetidas ocasiones he maldecido haberme relacionado con la ilustración de esta manera y he tenido muchos problemas.
Aún así la ilustración contemporánea requiere de lucidez, de reflexión, de compromiso, de relaciones, de un peso. Unos dicen: profesionalizar, yo digo, si se me permite: ontologizar. De ahí, frente a otras necesidades,  la necesidad de quedarse con algo, de comprendernos en ese ejercicio, de hacer que esto sea una balsa.

Así pues, he escrito una lista muy sencilla con algunas instrucciones para construirla

I.               Tres piedras

Hay que llevar siempre tres piedras en el bolsillo para no perderse (tal cual las piedras de Hansel y Gretel) Tres piedras que lleven escrito ¿Por qué?, ¿para qué?  y la tercera habrá que guardarla en el bolsillo siempre, que estorbe, que incomode, que se nos clave, que no nos permita sentarnos cómodamente. Que duela pues. Esta tercera piedra, hay que pintarla de gris nuboso, un gris que sea muy denso, casi gris de tormenta; una vez pintada hay que amarrarla a la cabeza con un cordón, la piedra puede quedar en la frente, en la nuca, tapando una oreja, la boca o el párpado, teniendo cuidado de no sacarse un ojo. Una vez que haya dejado moretones entonces dibujar con ella. No tengo idea de cómo, pero igualmente hacerlo. En ella habremos escrito con anterioridad la siguiente frase: “un concepto llega simple”

II.             Caronte y la moneda bajo la lengua

A los muertos antes de sepultarlos, se les colocaban una moneda bajo la lengua para pagar a Caronte el pago que les permitiera ser llevados en su barca y cruzar el río. No recomiendo morir para intentarlo, pero sí buscar algo de nosotros mismos, que haya estado guardado por mucho tiempo, tal vez escondido. Por supuesto hay que sacudirlo y desempolvarlo antes de introducirlo a la boca y guardarlo bajo la lengua; debe ser esbelto de preferencia, no minúsculo, más bien debe ser portentoso, aunque hay que tener cuidado de que no sea demasiado para no terminar atragantado por ello, por supuesto uno puede quedarse sin aire, no poder respirar, pero es la única forma de atravesar el río y pisar ese espacio que esta reservado solo para el espíritu. Recomiendo mucho utilizar el ansia o en su defecto el anhelo.
Por otro lado habrá que buscar el o los Carontes, encontrarlos es complicado, es como encontrar al editor, pero esto es más accesible. Habrá que leer mucho, tendremos que ser obsesivamente lectores, leer el mundo entero (no cuenta por supuesto, las horas que se lean en internet), después frecuentar los mercados, las calles, los parque, subtes, colectivos, bares (no starbucks) y  no dejarse engañar por charlatanes. Entonces, en un momento, se los garantizo, aparecerán. Serán ellos, con su ideas, con su inteligencia, con su obra, los que nos permitan cruzar el río.  Por cierto, un acotación dicha por el maestro Pablo Amargo, que asumo plenamente, hay que alejarse lo más que se pueda del mundo de la ilustración, ahí lo mucho que encontraremos será a otros ilustradores.

III.           Apropiarse del mundo

Dice Tarkovski que en el arte, el hombre se apropia de la realidad por su vivencia subjetiva. De tal forma que es imprescindible apropiarse de todo cuanto caiga en nuestra manos  para desarmarlo (evitemos en esos días tener contacto con personas queridas). Podemos comenzar escogiendo objetos o hechos que siempre nos hayan llamado la atención, un árbol, una escalera, una caracola, lo que sea. Extendamos sus piezas ordenadamente en la mesa de trabajo observando minuciosamente su naturaleza y su función, después guardemos cada parte en una caja donde vayamos depositando otras piezas, no importa que se mezclen o desordenen, al fin y al cabo todo es subjetivo. Sentémonos después a trabajar y cuando necesitemos ilustrar un concepto o una idea, recurramos a nuestra caja de piezas buscando solo las que puedan embonar. La regla es: si embona usémosla.
Si hay que ilustrar un árbol y nos sale un paraguas, dibujemos un paraguas, si tenemos que ilustrar una lágrima y nos sale una flor, dibujemos una flor. Si hay que dibujar una noche y nos salen músicos, dibujemos músicos.
Si hay que dibujar la intimidad insostenible y nos sale una escalera, dibujemos una escalera.
La paráfrasis es como dice Robert Atkins un “pedir prestado”, así que ya lo devolveremos un día, pero mientras juguemos a que todo es nuestro.

IV.           La corona del ignoto

“El artista sabe lo que hace, pero para que merezca la pena, debe saltar esta barrera y hacer lo que no sabe” nos lo recomienda el maestro Chillida.
Somos por naturaleza ignorantes, de niños ignoramos todo y de adultos ignoramos más todavía, solo que a nosotros nos da vergüenza admitirlo. Somos las transición de lo que ignoramos a lo que dejamos de ignorar, siempre seremos ignorantes de algo. Esta es una condición universal que permanece en nosotros como signo humano y como condena, y no es mera retórica, es una condición vital del ser. Es, incluso, una de las diez razones que George Steiner argumenta para entender nuestra tristeza. Sin embargo en el niño es una corona, es través de lo que ignora como desarrolla la imaginación e imaginar es la primera forma de inteligencia, por eso inventa reglas en el juego, porque él es un rey ignoto. De tal forma que sería conveniente encerrarnos en una habitación y prenderle fuego a todos y cada unos de los libros ilustrados que tengamos en nuestra habitación (claro, uno puedo regalarlos) y también de ser posible, calcinar todos nuestros trabajos, esconder algún premio, aquel ticket de entrada a la feria de bologna y en vez de ello colgar alguna reproducción accesible de alguna obra de arte que nos despedace por su belleza (recomiendo en este caso poner flores cada tercer día). De esta manera una vez despojados, tomaremos con dos dedos el tizne del carbón y cubriremos nuestros ojos con ello. Entonces podemos empezar a ilustrar de nuevo. Y cada vez que creamos que hemos encontrado algo, prenderle fuego y esperar a que se carbonice para volvernos a cubrir los ojos. Claro, uno o dos días antes de la entrega del proyecto abstenerse de incinerarlo y entregar precisamente eso. Es seguro que sea mejor que el primer boceto que hayamos realizado.

V.             El manifiesto del Ultra

Por supuesto firmar el manifiesto del Ultra de Borges:
Apunto aquí solo un fragmento:
Existen dos estéticas: la estética pasiva de los espejos y la estética activa de los prismas. Guiado por la primera, el arte se transforma en una copia de la objetividad del medio ambiente o de la historia psíquica del individuo. Guiado por la segunda, el arte se redime, hace del mundo su instrumento, y forja —más allá de las cárceles espaciales y temporales— su visión personal.
Esta es la estética del Ultra. Su volición es crear: es imponer facetas insospechadas al universo. Pide a cada poeta su visión desnuda de las cosas, limpia de estigmas ancestrales; una visión fragante, como si ante sus ojos fuese surgiendo auroralmente el mundo.

VI.           Ironizar el silencio.

Dice el gran poeta Francisco de Quevedo: vivir en conversación. Existen dos tipos de silencio, el tacere y el silere. Solo uno nos es posible, porque el silencio absoluto nos esta negado, es para la roca. Así, la idea es volverse taciturnos e ironizar el silencio, no seremos rocas jamás. Por tal acompañémonos de un libreta de hojas blancas para apuntar, uno a uno, ideas, conceptos y objetos que nos rodeen: ¿qué es un corazón?, ¿qué es el enamoramiento? ¿qué es la espera?, ¿qué es la soledad? ¿qué es la nostalgia?
Elaborar un diccionario personal, de tal forma que cuando tengamos la apariencia de estar callados es porque estamos definiendo el mundo, una ironía.

VII.         El presagio de la ilustración

Hay muchas formas de recibir respuestas, no sé ustedes, pero creo que el mundo entero se puede leer, eso lo aprendí de mi madre, después interviniendo fotografías y ahora sencillamente mirando la vida. Contrariamente a lo que se piensa, el augurio es una forma de pensar, de conversar. Dicho por Chillida es el a priori que precede al a posteriori. De alguna manera vivir conversando con el mundo, lo que entendamos por ello, objetos, hechos, recuerdos, sueños, deseos, es una forma de inteligir.  Es ir recibiendo contestación. Ir, como diría Rubén Darío a Juan Ramón Jiménez: “ir por dentro” esperando pacientemente la respuesta.
De esto uno tendría que sentarse en una silla de madera y preguntar, cualquier pregunta y esperar. Solamente esperar. Ya sea regresando a trabajar o sencillamente caminando y esperar. Solo eso, esperar. La respuesta vendrá. No aseguro que si la pregunta es para resolver una ilustración llegue a tiempo para su entrega, pero confirmo que llegará. Tal vez una instrucción sería entonces, preguntar antes de cualquier proyecto, así, una vez recibida la respuesta, la ilustración habrá presagiado que un día un proyecto,  con una pregunta, buscaba esa respuesta que nosotros ya sabíamos. El presagio de la ilustración.



Así, con estos paso sencillos es posible construir una balsa, una balsa que sea elogio a la lentitud, contrapeso de todo lo que se va, la manera de meditarse, de pensar-se, un alivio que nos sostendrá. El hombres es creador de sí mismo mientras se comprenda sobre lo que hace, de otra manera es solo maquilador susceptible a cualquier indigencia.
Y la ilustración, como todo acto creativo intenta explicar-nos. Pertenecemos al libro y es nuestro cometido asumirlo.
Así, hemos de enfrentar, en algún momento, la responsabilidad de nuestra vacuidad o no. Y puede sonar obsoleto, irrisorio, casi ridículo; pero aún así, tengo la certeza, desde hace tiempo que esta balsa nos salvará.
Sí, hay que sostener a la ilustración de cualquier manera, porque ella después nos sostendrá.