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Así, a través de nuestra mirada, en el ejercicio de ilustrar,
el trazo reedificar el mundo: no habiendo ni existiendo nada, todo debe ser
inventado. Aquí empieza nuestro dominio.
Ahora bien, no quiero decir que una metafísica de la ilustración sea la claridad rotunda y una solución para vivir, de hecho en repetidas ocasiones he maldecido haberme relacionado con la ilustración de esta manera y he tenido muchos problemas.
Así pues, he escrito una lista muy sencilla con algunas instrucciones para construirla
“Un modo muy antiguo
de meditarse en lo que uno hace”
H. Michaux.
¿qué nos sostiene haciendo ilustración?
La verdad es que son muchas la ideas. Todas válidas por
supuesto. Expongo una.
En el año de 1816, una embarcación llamada “Medusa” arroja a un grupo de personas al
naufragio. Construyen una balsa con los restos que disponen y emprenden el
viaje sin idea alguna de qué sucederá. Desean tierra firme. Son personas que navegan
sobre un oscuro e incierto mar. Algunos se perderán y otros llegarán. Aquellos
que arribaron, tenían otra balsa que los sostenía: el espíritu
De inicio empezamos siempre así, abandonados y con solo
deseos. Sin saber hacia dónde ir o qué hacer de nuestro trabajo. Ilustradores al
completo garete.
¿viviré de esto?, ¿cómo hacer para no perderme?, ¿cómo seguir?,
¿vendrá la inspiración? Siempre empujados, cuestionados de todo, orillados, con
poca paga, angustiados, estresados, avasallados. Un ilustrador siempre se forma
con la frustración y con lo que no es. Sin embargo quedan las preguntas más
complejas por responder: ¿qué hago haciendo ilustración?, ¿Por qué ilustro?, ¿Para
qué?
Cómo afrontar estos asuntos teniendo en frente cuestiones
elementales que resolver como la subsistencia. Yo propongo recuperar el
espíritu y reflexionar sobre él, ya que de alguna manera, con o sin la
ilustración hemos sabido resolver las más inmediatas . Construirse una almadía
y tirarse al mar. También confiar, confiar ciegamente.
La importancia de asumir nuestra labor de otro modo, para sujetarnos
de ello y no depender solamente de las pagas que siempre serán insuficientes. Percatarnos
que “construir ilustraciones” tiene un valor por sí mismo y no solo es un medio
para ganarnos la vida. Es posibilitarnos desde lo humano y sostenernos frente a
tanta estrechez. Es intentar ser uno con lo que hace. Metafísica de la
ilustración.
John Berger plantea al dibujo como acto de reconstitución. Aquello
que es observado para dibujarlo, se fragmenta con la mirada, solo para volverse
a reconstituir en la hoja en blanco. Más allá del dibujo que surja, queda en
nosotros (debe quedarse) la revelación del suceso que nos muestra algo que
desconocíamos: ese conocimiento que proviene del desconocimiento del que hablaba
Chillida. Un valor metafísico. Así la ilustración dejará mundos para ver, para
andar, pero en nosotros quedará la otra impronta invisible que es la reflexión,
el pensamiento y lo que nos hizo ver esa revelación. Una retribución metafísica
para comprendernos en cada ilustración.
Trabajando ya algunos años con esta idea, he encontrado que erigir
desde la mirada y la postura, posibilita esta experiencia. Si no existe el
mundo y todo es como lo percibimos, el espacio de creación y goce es tan
voluptuoso y suficiente que nos permite contrapesar cualquier pobreza.
Sin embargo la pregunta es ¿con qué peso inventamos todo?.
Más preguntas nos embisten: ¿qué es esta forma?, ¿qué es una escalera?, ¿qué es
este color?, ¿y esta materia?, ¿ahora densa y ahora transparente?, ¿qué es un
lobo?, ?¿Qué es un niño de madera con nariz enorme?, ¿qué es la fantasía?, ¿qué
es un abismo?, ¿quién carajo soy yo?
claro!, uno a este momento podría preguntarse: ¿Acaso todo
esto es un discurso innecesariamente metafísico, para consolarnos? Yo digo no, innecesario
no, todo lo contrario: imprescindiblemente metafísico. Porque el desamparo es
real y la primera idea de la creación es aliviarnos un poco. Decía Debussy, el
arte es una de las más bellas mentiras.
Pienso y propongo entonces armar una balsa, hacer que la
ilustración se erija desde otros lugares, además de los de siempre y necesarios
usos, que tenga otros soportes humanos para nuestro alivio. Encontrar en
nuestro trabajo una “conversación personal” y que sea esto la restitución. Propongo que
borremos esa línea entre trabajo y obra personal, propongo que no exista
diferencia, que todo provenga de los lugares íntimos que somos. Que en vez de someterse
en exclusiva a la estética, recurramos también a la memoria vivencial, a
nuestro recuerdos, a nuestros sueños, nuestras intimidades, nuestros días, a lo
que nuestra labor significa, para que el ejercicio de la ilustración sea
significativo. El lector lo agradecerá,
estoy seguro. Habrá que inundarlo todo. Nuestro espíritu y nuestra ética es un
valor en sí mismo que no hay que olvidar. Claro, nos faltan editores, pero
también falta que nosotros los provoquemos. Sin embargo ya hay gente que lo hace.
Así, Ilustrar será un momento de vida, lento, rumioso,
bálsamo, momentos que nos pertenecerán y que nos resarcirán espiritualmente: esa
es la balsa de la ilustración.
Ahora bien, no quiero decir que una metafísica de la ilustración sea la claridad rotunda y una solución para vivir, de hecho en repetidas ocasiones he maldecido haberme relacionado con la ilustración de esta manera y he tenido muchos problemas.
Aún así la ilustración contemporánea requiere de lucidez, de
reflexión, de compromiso, de relaciones, de un peso. Unos dicen:
profesionalizar, yo digo, si se me permite: ontologizar. De ahí, frente a otras
necesidades, la necesidad de quedarse
con algo, de comprendernos en ese ejercicio, de hacer que esto sea una balsa.
Así pues, he escrito una lista muy sencilla con algunas instrucciones para construirla
I.
Tres
piedras
Hay que llevar siempre tres
piedras en el bolsillo para no perderse (tal cual las piedras de Hansel y
Gretel) Tres piedras que lleven escrito ¿Por qué?, ¿para qué? y la tercera habrá que guardarla en el
bolsillo siempre, que estorbe, que incomode, que se nos clave, que no nos
permita sentarnos cómodamente. Que duela pues. Esta tercera piedra, hay que
pintarla de gris nuboso, un gris que sea muy denso, casi gris de tormenta; una
vez pintada hay que amarrarla a la cabeza con un cordón, la piedra puede quedar
en la frente, en la nuca, tapando una oreja, la boca o el párpado, teniendo
cuidado de no sacarse un ojo. Una vez que haya dejado moretones entonces
dibujar con ella. No tengo idea de cómo, pero igualmente hacerlo. En ella habremos
escrito con anterioridad la siguiente frase: “un concepto llega simple”
II.
Caronte
y la moneda bajo la lengua
A los muertos antes de
sepultarlos, se les colocaban una moneda bajo la lengua para pagar a Caronte el
pago que les permitiera ser llevados en su barca y cruzar el río. No recomiendo
morir para intentarlo, pero sí buscar algo de nosotros mismos, que haya estado
guardado por mucho tiempo, tal vez escondido. Por supuesto hay que sacudirlo y
desempolvarlo antes de introducirlo a la boca y guardarlo bajo la lengua; debe
ser esbelto de preferencia, no minúsculo, más bien debe ser portentoso, aunque
hay que tener cuidado de que no sea demasiado para no terminar atragantado por
ello, por supuesto uno puede quedarse sin aire, no poder respirar, pero es la
única forma de atravesar el río y pisar ese espacio que esta reservado solo
para el espíritu. Recomiendo mucho utilizar el ansia o en su defecto el anhelo.
Por otro lado habrá que buscar el
o los Carontes, encontrarlos es complicado, es como encontrar al editor, pero esto
es más accesible. Habrá que leer mucho, tendremos que ser obsesivamente lectores,
leer el mundo entero (no cuenta por supuesto, las horas que se lean en
internet), después frecuentar los mercados, las calles, los parque, subtes,
colectivos, bares (no starbucks) y no
dejarse engañar por charlatanes. Entonces, en un momento, se los garantizo,
aparecerán. Serán ellos, con su ideas, con su inteligencia, con su obra, los
que nos permitan cruzar el río. Por
cierto, un acotación dicha por el maestro Pablo Amargo, que asumo plenamente, hay
que alejarse lo más que se pueda del mundo de la ilustración, ahí lo mucho que
encontraremos será a otros ilustradores.
III.
Apropiarse
del mundo
Dice Tarkovski que en el arte, el
hombre se apropia de la realidad por su vivencia subjetiva. De tal forma que es
imprescindible apropiarse de todo cuanto caiga en nuestra manos para desarmarlo (evitemos en esos días tener
contacto con personas queridas). Podemos comenzar escogiendo objetos o hechos
que siempre nos hayan llamado la atención, un árbol, una escalera, una
caracola, lo que sea. Extendamos sus piezas ordenadamente en la mesa de trabajo
observando minuciosamente su naturaleza y su función, después guardemos cada
parte en una caja donde vayamos depositando otras piezas, no importa que se
mezclen o desordenen, al fin y al cabo todo es subjetivo. Sentémonos después a trabajar
y cuando necesitemos ilustrar un concepto o una idea, recurramos a nuestra caja
de piezas buscando solo las que puedan embonar. La regla es: si embona
usémosla.
Si hay que ilustrar un árbol
y nos sale un paraguas, dibujemos un paraguas, si tenemos que ilustrar una
lágrima y nos sale una flor, dibujemos una flor. Si hay que dibujar una
noche y nos salen músicos, dibujemos músicos.
Si hay que dibujar la
intimidad insostenible y nos sale una escalera, dibujemos una escalera.
La paráfrasis es como dice Robert
Atkins un “pedir prestado”, así que ya lo devolveremos un día, pero mientras
juguemos a que todo es nuestro.
IV.
La
corona del ignoto
“El artista sabe lo que hace,
pero para que merezca la pena, debe saltar esta barrera y hacer lo que no sabe”
nos lo recomienda el maestro Chillida.
Somos por naturaleza ignorantes,
de niños ignoramos todo y de adultos ignoramos más todavía, solo que a nosotros
nos da vergüenza admitirlo. Somos las transición de lo que ignoramos a lo que
dejamos de ignorar, siempre seremos ignorantes de algo. Esta es una condición
universal que permanece en nosotros como signo humano y como condena, y no es
mera retórica, es una condición vital del ser. Es, incluso, una de las diez
razones que George Steiner argumenta para entender nuestra tristeza. Sin
embargo en el niño es una corona, es través de lo que ignora como desarrolla la
imaginación e imaginar es la primera forma de inteligencia, por eso inventa
reglas en el juego, porque él es un rey ignoto. De tal forma que sería
conveniente encerrarnos en una habitación y prenderle fuego a todos y cada unos
de los libros ilustrados que tengamos en nuestra habitación (claro, uno puedo
regalarlos) y también de ser posible, calcinar todos nuestros trabajos,
esconder algún premio, aquel ticket de entrada a la feria de bologna y en vez
de ello colgar alguna reproducción accesible de alguna obra de arte que nos
despedace por su belleza (recomiendo en este caso poner flores cada tercer día).
De esta manera una vez despojados, tomaremos con dos dedos el tizne del carbón
y cubriremos nuestros ojos con ello. Entonces podemos empezar a ilustrar de
nuevo. Y cada vez que creamos que hemos encontrado algo, prenderle fuego y
esperar a que se carbonice para volvernos a cubrir los ojos. Claro, uno o dos
días antes de la entrega del proyecto abstenerse de incinerarlo y entregar
precisamente eso. Es seguro que sea mejor que el primer boceto que hayamos realizado.
V.
El
manifiesto del Ultra
Por supuesto firmar el manifiesto
del Ultra de Borges:
Apunto aquí solo un fragmento:
Existen dos estéticas: la
estética pasiva de los espejos y la estética activa de los prismas. Guiado por
la primera, el arte se transforma en una copia de la objetividad del medio
ambiente o de la historia psíquica del individuo. Guiado por la segunda, el
arte se redime, hace del mundo su instrumento, y forja —más allá de las
cárceles espaciales y temporales— su visión personal.
Esta es la estética del Ultra. Su volición es crear: es
imponer facetas insospechadas al universo. Pide a cada poeta su visión desnuda
de las cosas, limpia de estigmas ancestrales; una visión fragante, como si ante
sus ojos fuese surgiendo auroralmente el mundo.
VI.
Ironizar
el silencio.
Dice el gran poeta Francisco de
Quevedo: vivir en conversación. Existen dos tipos de silencio, el tacere y el silere. Solo uno nos es posible, porque el silencio absoluto nos
esta negado, es para la roca. Así, la idea es volverse taciturnos e ironizar el
silencio, no seremos rocas jamás. Por tal acompañémonos de un libreta de hojas
blancas para apuntar, uno a uno, ideas, conceptos y objetos que nos rodeen: ¿qué
es un corazón?, ¿qué es el enamoramiento? ¿qué es la espera?, ¿qué es la
soledad? ¿qué es la nostalgia?
Elaborar un diccionario personal,
de tal forma que cuando tengamos la apariencia de estar callados es porque
estamos definiendo el mundo, una ironía.
VII.
El
presagio de la ilustración
Hay muchas formas de recibir
respuestas, no sé ustedes, pero creo que el mundo entero se puede leer, eso lo
aprendí de mi madre, después interviniendo fotografías y ahora sencillamente
mirando la vida. Contrariamente a lo que se piensa, el augurio es una forma de
pensar, de conversar. Dicho por Chillida es el a priori que precede al a
posteriori. De alguna manera vivir conversando con el mundo, lo que
entendamos por ello, objetos, hechos, recuerdos, sueños, deseos, es una forma
de inteligir. Es ir recibiendo
contestación. Ir, como diría Rubén Darío a Juan Ramón Jiménez: “ir por dentro”
esperando pacientemente la respuesta.
De esto uno tendría que sentarse
en una silla de madera y preguntar, cualquier pregunta y esperar. Solamente
esperar. Ya sea regresando a trabajar o sencillamente caminando y esperar. Solo
eso, esperar. La respuesta vendrá. No aseguro que si la pregunta es para
resolver una ilustración llegue a tiempo para su entrega, pero confirmo que
llegará. Tal vez una instrucción sería entonces, preguntar antes de cualquier
proyecto, así, una vez recibida la respuesta, la ilustración habrá presagiado
que un día un proyecto, con una
pregunta, buscaba esa respuesta que nosotros ya sabíamos. El presagio de la
ilustración.
Así, con estos paso sencillos es posible construir una
balsa, una balsa que sea elogio a la lentitud, contrapeso de todo lo que se va,
la manera de meditarse, de pensar-se, un alivio que nos sostendrá. El hombres
es creador de sí mismo mientras se comprenda sobre lo que hace, de otra manera
es solo maquilador susceptible a cualquier indigencia.
Y la ilustración, como todo acto creativo intenta
explicar-nos. Pertenecemos al libro y es nuestro cometido asumirlo.
Así, hemos de enfrentar, en algún momento, la
responsabilidad de nuestra vacuidad o no. Y puede sonar obsoleto, irrisorio,
casi ridículo; pero aún así, tengo la certeza, desde hace tiempo que esta balsa
nos salvará.
Sí, hay que sostener a la ilustración de cualquier manera,
porque ella después nos sostendrá.