viernes, 7 de septiembre de 2012

Bestia negra.

De hace poco tiempo, en una charla (en un "Pozzo" literalmente), como un oráculo poseso Joanna dijo: "somos más de lo que no somos que de lo que somos".
Hablábamos de cómo lo que nos rodea nos forma más de lo que uno lleva dentro, de la partícula de Dios y de un "sin rumbo". Es cierto, la frase en ese momento me develó con claridad en un instante lo que yo rumiaba con torpeza y, tengo que decirlo, con bastante estupidez.
Creer que arrojárnos al cambio es mérito propio no deja de ser una falacia, por más que la vistamos de baratijas. Más bien, y creo ahora, que después de tanto dar con la pared bajamos los brazos y nos rendimos. Una bestia que no sabemos (que nunca sabremos) cómo es, nos mira socarrónamente.
Después vino la pregunta de Àngel sobre Los miserables.
No era una ironía, solo un presagio.



El proyecto de Los Miserables fue un suceso asolador para mi, un acto inacabado y de profunda reflexión profesional. Ilustrar esa parte que nos ha inventados como seres humanos es tan imposible y permanente que todo mi proceso terminó por alterarse.
La fortuna fue que el proyecto coincidió con varias lecturas de Henry Michaux y un ensayo de Varga Llosa que me recomendó Anna para poder encontrar una ruta de derrame.
En la complejidad que tiene el texto y cada personaje surgió la necesidad de trabajar sobre una idea estética sencilla que resolviera esa condición, así que pensé en trabajar sobre siluetas creadas que no fueran dibujo. Pensé en intentar ese tipo de manchas que había visto para poder encontrar los rostros desde otro recurso que no fuera la memoria o el estilo, sino que fueran accidentes en sí mismos, como Javert y Valjean. Tal como los alfabetos de Michaux.
Mi idea no era dibujar literalmente personajes monstruosos, sino que entonces, obtenerlos desde otra procedencia, solucionar los personajes como un desdibujo o un intento de dibujo. No como monstruos. Fue así que volqué contra el dibujo y trabajé esa compleja ambigüedad que plantea Los Miserables como un ejercicio de hallazgo.

La idea es sencilla: hallarlo todo a través de sobrepuestos y a partir de accidentes de manchas, encontrar los elementos sin desvincular una misma raíz, una misma procedencia. De alguna forma desenterrar ese germen que procreó a los personajes. Aquí la importancia del negro. El negro que es ausencia y sombra, se hace fundamento de todo y refleja la propia naturaleza de los personajes umbríos. Un negro que teje las oscuridades de todo ser humano y en donde, irónicamente, se esparce su única luz. Manchas muy parecidas, al final, todos miserables. Los miserables que ejercen poder y los miserables que son sometidos, por eso el énfasis sobre una misma impronta, para ilustrar almas diferentes pero irrigadas por el mismo espíritu.
Todos los personajes fueron encontrados así, partiendo de una mancha como un surco por el que la tinta intentó dibujar los rostros, rompiendo con el trazo de la memoria.
Pienso entonces que las manchas negras son como esos dioses que nos miran imperturbables entre sus sombras, mientras nosotros nos perdemos en esos dibujos que creemos ver y que al final aquello que encontramos son visiones de algo que pensamos. No siempre tienen la apariencia que uno cree.
Así pues, mi trabajo con Los Miserables se ha vuelto inacabado, permanente, porque aún sigo dibujando muchos Javerts, tengo una libreta llena de ellos.
Ha sido una fortuna el haber podido acercarme a ese texto, aunque tengo la sensación de haber sido devorado por una bestia negra.